Categoría: HISTORIAS

  • Los futbolitos del Cañafest: una tradición que Zoilo mantiene en pie

    Los futbolitos del Cañafest: una tradición que Zoilo mantiene en pie

    Por FÉLIX MADRIGAL

    Morelia, Michoacán.– En el corazón de las fiestas guadalupanas —hoy conocidas entre los jóvenes como Cañafest— se mantiene viva una de las tradiciones más queridas de las ferias mexicanas: los futbolitos. Para miles de familias, su repique metálico es parte inseparable de diciembre. Pero detrás de cada mesa, detrás de cada partida de reflejos y carcajadas, también existe una historia: la de Zoilo Ramos Rodríguez, quien lleva cuarenta años construyendo un legado más grande que el mismo juego.

    En México, los futbolitos tienen un origen que se remonta a mediados del siglo XX, cuando artesanos comenzaron a fabricar mesas de madera con jugadores de metal pintados a mano, inspirados en los futbolines europeos. Con el tiempo, las mesas mexicanas se volvieron más resistentes, más grandes y adaptadas al ritmo ambulante de las ferias. Durante los años 70 y 80 alcanzaron su auge. De acuerdo con información recopilada por el INEGI sobre prácticas recreativas tradicionales, en muchas comunidades los niños aprendían a jugar “fútbol” primero en estas mesas antes que en una cancha real. Aquel juego sencillo —una moneda, dos personas, reflejos rápidos y mucha emoción— se convirtió en un ritual nacional.

    Zoilo se sumó a esa historia cuando tenía apenas veinte años. Un día observó que un señor atendía solo dos mesas de futbolito y que la gente hacía fila para jugar. “Yo estaba joven y empecé con cinco mesitas”, recuerda. Desde entonces, año con año fue comprando más hasta reunir 45 mesas, todas de uso rudo, fabricadas originalmente en Guadalajara. No tenía dinero para pagarlas, pero el dueño de la fábrica —a quien describe con aspecto “como árabe”— confió en él y se las dio a crédito. “Algo vio en mí”, dice. Ese gesto marcó su camino.

    Hoy, además de conservar las mesas tradicionales, Zoilo comenzó a fabricar las suyas propias, inspirándose en los modelos italianos que dieron origen al futbolito moderno. Incluso creó versiones pequeñas para niños: “son los clientes del futuro”, comenta. Los futbolitos han visto pasar generaciones completas: abuelos, suegras, estudiantes, jóvenes que después se convirtieron en profesionales, comunicadores y políticos que regresan al Cañafest para reencontrarse con su infancia.

    Aunque su base está en Morelia, Zoilo y su equipo recorren ferias en todo el estado: Los Reyes, Santa Clara del Cobre, Ario de Rosales, y otras tantas. Antes viajaban a Guanajuato, pero la inseguridad en carreteras los obligó a limitar rutas.

    Los futbolitos no solo son negocio: forman parte de la economía familiar que sostiene a miles de trabajadores mexicanos. Muchos juegos aún se heredan de padres a hijos y algunos tienen más de 40 años de servicio, reparados y repintados como si fueran parte del patrimonio de cada familia. A pesar de los videojuegos y la tecnología, siguen vigentes. Su magia está en la sencillez: dos jugadores, una moneda, y el sonido inconfundible de una anotación.

    “Que vengan los morelianos, que se diviertan”, dice Zoilo. “Viene gente de Santa María, Capula, Álvaro Obregón, Tarímbaro… todos vienen a ver a la Virgen y de paso a jugar un futbolito. Esto es tradición, esto es familiar.”

    Y así, entre luces, cacahuates, cañas y música de feria, los futbolitos siguen marcando goles en la memoria colectiva. Porque no solo se juegan: se heredan, se recuerdan y se celebran.

    Fotos ACG

  • CRÓNICA. Noche de Ánimas en Arócutin

    CRÓNICA. Noche de Ánimas en Arócutin

    La Página

    Por ALFREDO SORIA

    Erongarícuaro, Michoacán.– La madrugada avanzaba lentamente entre el murmullo de las familias y el repique constante de las campanas del templo. A cada tanto, el sonido metálico se extendía por el aire frío, mezclándose con el resplandor de las velas que iluminaban el panteón.

    Las tumbas, cubiertas de flores de cempasúchil, estaban adornadas con arcos, fotografías y objetos personales: huellas de quienes, aunque ausentes, volvían a compartir la noche con los suyos. Estamos en Arocutín, comunidad del municipio de Erongarícuaro. Aquí está la última iglesia de la Rivera del Lago de Pátzcuaro, que mantiene en su atrio el camposanto.

    Alrededor de ellas se agrupaban familias enteras, envueltas en cobijas o gabanes para mitigar el frío. Algunos hablaban en voz baja, recordando anécdotas del difunto; otros reían con naturalidad, como si la muerte fuera solo una pausa en la conversación. Había también quienes permanecían en silencio, con la mirada fija en la llama de una vela, acompañados únicamente por el eco del viento.

    Entre la multitud se distinguían rostros alegres y rostros tristes. En algunas tumbas, una sola persona mantenía la vigilia; en otras, los grupos se multiplicaban, compartiendo comida y bebida mientras la noche seguía su curso.

    De pronto, una mujer se levantó de su silla y dijo con voz tranquila: “Yo ya me voy, regreso mañana temprano”. Su frase marcó un momento de transición. Algunos ya habían partido desde horas antes; otros seguían firmes, decididos a quedarse hasta el amanecer.

    El ambiente, a pesar de la cantidad de visitantes, se mantenía silencioso, apenas interrumpido por alguna risa lejana o el sonido de las campanas. Turistas nacionales y extranjeros caminaban entre las tumbas, tomando fotografías o simplemente observando. En medio de la penumbra se cruzaban las miradas de quienes visitaban por devoción y de quienes lo hacían por curiosidad.

    En cierto momento, el silencio fue roto por la voz de una mujer y el rasgueo de una guitarra. Juntos entonaban pirekuas frente a una tumba. La música purépecha se elevó suave, melancólica, llenando el aire de algo que parecía flotar entre los vivos y los muertos.

    Más tarde, un turista con sombrero y cámara en mano se detuvo frente a un hombre que también usaba sombrero y gabán. El visitante lo grabó unos segundos; después, ambos se saludaron y comenzaron a platicar con naturalidad, como si ya se conocieran. Esa escena, sencilla y luminosa, parecía unir dos mundos: el del viajero curioso y el del hombre del pueblo que vive esta noche como parte de su propia historia.

    Así transcurrió la madrugada en el panteón de Arócutin: entre la vida y la memoria, entre el murmullo y el silencio, entre los que se fueron y los que aún los esperan.

    Fotos ACG

  • Entre flores y memorias se desarrolla la vida campirana de don José Manuel Rico Rodríguez

    Entre flores y memorias se desarrolla la vida campirana de don José Manuel Rico Rodríguez

    Por FÉLIX MADRIGAL

    Copándaro, Michoacan.-En Copándaro de Galeana, entre el aroma fresco de las flores y el murmullo del viento, José Manuel Rico Rodríguez recorre cada mañana y cada tarde los surcos que han sido el corazón de su vida. Desde las seis y media, cuando el sol apenas asoma, él camina entre los sembradíos con la misma dedicación que aprendió de su padre, don Francisco Rico Tena, quien inició esta tradición familiar hace ya varias décadas.

    “Yo me acuerdo que estaba chiquillo y nos llevaban a vender a Pátzcuaro. Era muy bonito, todo colorido”, recuerda con una sonrisa nostálgica. Aquellos viajes marcaron el inicio de una vida dedicada al campo, a las flores y a la tierra que lo vio crecer.

    Hoy, acompañado de su esposa —con quien lleva 29 años de matrimonio— y de sus hijos, don José Manuel continúa sembrando no solo flores, sino amor y constancia. Su hija mayor es odontóloga, pero cuando llega la temporada fuerte, toda la familia vuelve al campo, entre colores, trabajo y tradición.

    “Mi hijo también viene, le gusta. Me dice que no va a la escuela por venir, pero le digo: primero la escuela, y luego acá te pones tus botas y te vienes”, cuenta entre risas.

    En su voz se mezcla el orgullo y la preocupación. “El campo está difícil, está muy carajo —dice—. Quisiéramos que los hijos estudiaran y tuvieran un mejor trabajo, pero esto también es vida, es enseñanza”.

    Las plagas, el clima y los altibajos del mercado son parte del día a día. Durante la pandemia, apenas pudo sembrar una hectárea y media, y las ventas fueron escasas. “Fue la peor venta que hemos tenido. Gracias a Dios la sacamos, pero a puro esfuerzo”, relata.

    Aun así, su fe y su cariño por la tierra no se quiebran. En su parcela, conocida como El Establo, sobre el Camino Viejo de Copándaro de Galeana, sigue floreciendo la historia de una familia que ha aprendido a vivir entre la incertidumbre y la esperanza.

    “Nosotros seguimos aquí —dice—. A veces el campo da, a veces no, pero siempre deja algo: el orgullo de saber que seguimos cultivando lo que mi padre comenzó.”

  • HISTORIAS. Chamberú, el gigante del Zoológico

    HISTORIAS. Chamberú, el gigante del Zoológico

    La Página

    Morelia, Michoacán.- Entre senderos, árboles y miradas curiosas, en el Zoológico de Morelia habita Chamberú, un elefante asiático que ya suma al rededor de setenta años y que pocos visitantes llaman por su nombre.

    Su andar es lento, mueve la trompa como si saludara y carga cicatrices que alimentan rumores: algunos dicen que estuvo en la Guerra de Camboya, aunque no hay certeza, pero lo que explicaría algunas cicatrices en su cuerpo.

    Lo seguro es que desde 1973 llegó al parque en sus inicios y desde entonces se convirtió en uno de sus símbolos. Ha perdido un colmillo, conserva el otro, y cada día recibe cuidados especiales: lo revisan y lo alimentan, a veces, hasta parece saludar a los visitantes con su trompa. Superó la expectativa de vida de su especie y aún se mantiene firme, como si los años lo hubieran hecho más paciente.

    Chamberú no barrita ni corre, pero impone. Basta quedarse un rato frente a él para entender por qué es el abuelo del zoológico moreliano.

    Fotos Asaid Castro / ACG

  • HISTORIAS. Cuando salvar es más que un acto: la historia de Coffee y Ricardo

    HISTORIAS. Cuando salvar es más que un acto: la historia de Coffee y Ricardo

    La Página

    Morelia, Michoacán.– Ricardo Jaraz Prieto tiene 33 años. Nació en Lázaro Cárdenas y desde niño conoció la vida en distintas casas hogar, pues creció sin familia. Primero estuvo en un albergue que cerró sus puertas; después fue trasladado a otro, dirigido por un sacerdote, donde permaneció hasta que, al cumplir cierta edad, tuvo que salir. Desde entonces, su vida ha estado marcada por las calles, el trabajo temporal y la búsqueda de un lugar donde pertenecer.

    En ese andar, hace ocho años, ocurrió un encuentro que le cambió la vida. Mientras caminaba por un túnel de desagüe en Lázaro Cárdenas, escuchó un llanto. Pensó que era un niño abandonado, pero al acercarse descubrió una caja: dentro, un cachorro diminuto, rodeado de ratas que lo atacaban. “Lo estaban comiendo”, recuerda Ricardo. Sin pensarlo, lo tomó entre sus brazos, lo llevó a atender y decidió cuidarlo, aunque él mismo no tuviera un techo donde dormir. Desde entonces lo llama Coffee.

    Coffee ha sido su familia, su compañía inseparable en un camino lleno de carencias. Ricardo comparte con él lo poco que tiene, asegura que “le da fuerzas para seguir” y lo considera un motivo para no rendirse. El pasado 22 de septiembre, Coffee cumplió ocho años a su lado.

    Sin embargo, la adversidad volvió a tocar su historia. Hace unos días, Coffee fue atropellado y ahora apenas puede caminar. Necesita una operación que Ricardo, por su situación económica, no puede costear. Aun así, no está solo: personas que lo han visto dormir en la calle, trabajadores de la zona sensibles a su caso se han acercado para ayudarlo. Le han proporcionado medicinas, consultas veterinarias y acompañamiento para que Coffee tenga la oportunidad de recuperarse.

    Lo que Ricardo hizo hace años al rescatar a un cachorro indefenso es lo mismo que hoy otros hacen por él: tender la mano sin importar las condiciones. Su historia recuerda que la adopción y el rescate no están en papeles ni en trámites, sino en el corazón de quien decide cuidar y dar amor.

    En medio de la dureza de la calle, Ricardo y Coffee muestran que la lealtad, la esperanza y la solidaridad también pueden florecer en los lugares más inesperados.

    Fotos e información Félix Madrigal/ACG

  • Los jóvenes deben alcanzar sus propias estrellas; soy de sangre purépecha: Astronauta José Hernández

    Los jóvenes deben alcanzar sus propias estrellas; soy de sangre purépecha: Astronauta José Hernández

    La Página

    Por VÍCTOR ARMANDO LÓPEZ

    Morelia, Michoacán.-Se tiene que alimentar la mente de los jóvenes, hay que pintarles semillas de esperanza, para que conviertan sus sueños en realidad y que puedan alcanzar ellos sus propias estrellas, puntualizó José Hernández.

    El astronauta de la NASA de origen michoacano destacó que por ello es necesario que se invierta en ciencia y tecnología, como recientemente se hace con la remodelación del Planetario de Morelia, espacio que se volverá en un referente internacional por la tecnología que habrá de implementarse. “Esperamos pronto repetirlo en otras ciudades de Michoacán”.

    Al tomar la palabra en el arranque de obra de remodelación del citado espacio, José Hernández subrayo que está bien invertir en programas sociales, pero también hay que hacerlo en el desarrollo de la mente de los jóvenes. “Por ejemplo, ya con un planetario moderno se pueden conectar vía internet para instalar estaciones de observación en las preparatorias u otras escuelas”.

    Salvador Hernández es un hombre de reconocimiento mundial, con una gran historia de vida, escalando desde el trabajo jornalero en los campos de EUA, hasta llegar a la NASA, para convertirse en el segundo mexicano en viajar a la luna (luego de Rodolfo Neri Vela).

    Sobre su origen destaca: “Soy de sangre purépecha de Ticuitaco (localidad de La Piedad, Michoacán). Michoacán es la tierra de mis padres, de donde tengo recuerdos, es mi casa. Yo no soy nada de. ¡Güerito! Tengo el nopal en la frente y  mi bigote!

    Porto en los uniformes de la NASA la bandera de Estados Unidos, y eso no quiere decir que no sea mexicano, pero también soy americano, porque ese país me ha brindado oportunidades. Le puede uno ser leal a los dos países”.

    “Lo cierto es que nunca hay que rendirse, mi historia es la de un niño campesino que llegó hasta las estrellas”, concluyó.

  • HISTORIAS. Mi discapacidad no es determinante: Lupita. Con su boca rompe los límites de los colores

    HISTORIAS. Mi discapacidad no es determinante: Lupita. Con su boca rompe los límites de los colores

    La Página

    • En su cuenta de TikTok (@lupiitabedolla), comparte el proceso detrás de cada obra: lienzos que nacen de movimientos sutiles de su boca, de la paciencia del cuello que se inclina hacia un lado y de una constancia que transforma la parálisis en arte.

    Por Asaid Castro/ACG

    Morelia, Michoacán.- Frente a un stand donde oferta sus pinturas al interior de la Secretaría de Turismo, Lupita Bedolla sonríe, esperando clientes a quienes le interese su trabajo, uno hecho con movimientos sutiles de su boca.

    Sus manos permanecen quietas sobre la silla de ruedas, pero cuando trabaja, su boca sostiene un pincel como si hubiera nacido para ello. El cuello se inclina hacia un lado, con movimientos firmes y pacientes, y en cada trazo va dejando color que revela más que un paisaje o una forma: una historia de constancia, creatividad y vida.

    De la parálisis al arte

    Lupita nació con parálisis cerebral infantil. Desde entonces, su movilidad es limitada: no puede mover sus extremidades ni valerse por sí misma. Habla con esfuerzo, pero siemore transmitiendo entusiasmo y determinación.

    «Lo más difícil es valerme por mí misma… cada día es un reto, pero hay que seguir adelante», explica.
    Hace 17 años, en un taller de su escuela especial, se acercó por primera vez a la pintura.

    Una maestra le sugirió intentar con la boca, y aunque al principio dudó, pensó que no lo lograría, después de varios intentos, descubrió una de sus pasiones.Y desde entonces no se ha detenido.

    Hoy, cada vez que pinta, dice que el tiempo corre más rápido. «Es algo inexplicable, porque cuando pinto me olvido de todo. Siento que el tiempo va rápido».

    El ritual y el apoyo

    Antes de comenzar, Lupita ejercita el cuello y la boca. La tarea es agotadora, pues sus movimientos involuntarios a veces la ponen en riesgo de golpearse.

    Por eso pinta de ladito, con precisión aprendida a lo largo de los años, a pesar de que el proceso no fue sencillo, primero, practicó en servilletas de tela.

    «Mi pasión era tan grande que un día le dije a mi mamá que quería pintar en un cuadro. Ella me dijo: inténtalo, porque si nunca lo intentas, nunca vas a saber».

    Detrás de Lupita está su familia. Su madre, María Elena Reséndiz, es quien le acerca pinceles, pinturas y lienzos.

    «Es algo muy hermoso tener una hija especial. Cuando la veo pintar me lleno de satisfacción, porque ella se siente útil, siente que puede hacer algo», dice.

    Además de ayudarle en la pintura, su madre cuenta que Lupita también escribe con la nariz en el celular. Mensajes, frases inspiradas y hasta reflexiones que luego acompañan algunos de sus cuadros.

    Pintar el futuro

    Quienes la conocen saben que Lupita no solo es artista: es una mujer alegre, carismática y muy coqueta. Le gusta arreglarse, peinarse con la ayuda de su mamá distinto cada día, usar collares, aretes y pulseras.

    Incluso se maquilla sola, colocando los cosméticos en su mano, con un poco de ayuda, para poder hacer su “Make Up”.

    Dice Lupita, que su discapacidad, aunque limitante, no es determinante en su vida, y alienta a las personas en una situación similar a mirarlas como una ventaja, a no dejarse apachurrar.

    «Todo está en la mente. Si tú quieres algo, lucha por ello y verás que lo puedes lograr» finaliza.

    Fotos Asaid Castro/ACG

  • HISTORIAS. Maestra Elvia Linares transforma la enseñanza con proyectos comunitarios: SEE

    HISTORIAS. Maestra Elvia Linares transforma la enseñanza con proyectos comunitarios: SEE

    La Página

    • Reconoce Gabriela Molina su participación en el Atlas Pedagógico

    Morelia, Michoacán, 24 de julio de 2025.- La secretaria de Educación del Estado (SEE), Gabriela Molina, reconoce a la maestra Elvia Linares Rodríguez y a su colectivo de trabajo en la Secundaria Técnica 93 de Sicuicho, quienes forman parte del Atlas Pedagógico de Michoacán con una experiencia educativa que refleja el compromiso del magisterio con la transformación social desde las aulas.

    La maestra Elvia comparte su proyecto, centrado en fortalecer el aprendizaje desde el contexto de las y los estudiantes de secundaria, involucrando a toda la comunidad escolar como aliada del proceso educativo.

    “Lo que hacemos nace desde el corazón de nuestras comunidades. Escuchamos a las niñas y los niños, y diseñamos actividades que les permitan aprender desde lo que viven, desde lo que sienten”, expresó. Con emoción, compartió que su proyecto ha impactado positivamente a los estudiantes al hacerlos sentir valorados y partícipes de su propio proceso formativo.

    El enfoque de su propuesta se basa en la construcción de conocimientos desde lo colectivo, con acciones que promueven el trabajo en equipo, el reconocimiento de la identidad local y la participación activa de docentes, madres, padres de familia y autoridades escolares. Su proyecto es una muestra clara de cómo la escuela puede ser un espacio de encuentro, diálogo y transformación.

    La experiencia de la maestra Elvia es parte de las 33 que conforman la primera fase del Atlas Pedagógico de Michoacán, una herramienta digital impulsada por la SEE y la Subsecretaría de Educación Básica para visibilizar el saber pedagógico de 41 maestras y maestros de 22 municipios, en el marco de los principios de la Nueva Escuela Mexicana (NEM).

    La SEE celebra a docentes como Elvia Linares, quienes día a día demuestran que enseñar es también un acto de amor, compromiso y construcción de esperanza colectiva, transformando realidades desde lo más valioso: la comunidad y sus estudiantes.

  • HISTORIAS. Maestra Elvia Linares transforma la enseñanza con proyectos comunitarios: SEE

    HISTORIAS. Maestra Elvia Linares transforma la enseñanza con proyectos comunitarios: SEE

    La Página

    • Reconoce Gabriela Molina su participación en el Atlas Pedagógico

    Morelia, Michoacán, 24 de julio de 2025.- La secretaria de Educación del Estado (SEE), Gabriela Molina, reconoce a la maestra Elvia Linares Rodríguez y a su colectivo de trabajo en la Secundaria Técnica 93 de Sicuicho, quienes forman parte del Atlas Pedagógico de Michoacán con una experiencia educativa que refleja el compromiso del magisterio con la transformación social desde las aulas.

    La maestra Elvia comparte su proyecto, centrado en fortalecer el aprendizaje desde el contexto de las y los estudiantes de secundaria, involucrando a toda la comunidad escolar como aliada del proceso educativo.

    “Lo que hacemos nace desde el corazón de nuestras comunidades. Escuchamos a las niñas y los niños, y diseñamos actividades que les permitan aprender desde lo que viven, desde lo que sienten”, expresó. Con emoción, compartió que su proyecto ha impactado positivamente a los estudiantes al hacerlos sentir valorados y partícipes de su propio proceso formativo.

    El enfoque de su propuesta se basa en la construcción de conocimientos desde lo colectivo, con acciones que promueven el trabajo en equipo, el reconocimiento de la identidad local y la participación activa de docentes, madres, padres de familia y autoridades escolares. Su proyecto es una muestra clara de cómo la escuela puede ser un espacio de encuentro, diálogo y transformación.

    La experiencia de la maestra Elvia es parte de las 33 que conforman la primera fase del Atlas Pedagógico de Michoacán, una herramienta digital impulsada por la SEE y la Subsecretaría de Educación Básica para visibilizar el saber pedagógico de 41 maestras y maestros de 22 municipios, en el marco de los principios de la Nueva Escuela Mexicana (NEM).

    La SEE celebra a docentes como Elvia Linares, quienes día a día demuestran que enseñar es también un acto de amor, compromiso y construcción de esperanza colectiva, transformando realidades desde lo más valioso: la comunidad y sus estudiantes.

  • HISTORIAS. Día del Perro. Milanesa, la perrita sin ojos que aprendió a ver con el corazón

    HISTORIAS. Día del Perro. Milanesa, la perrita sin ojos que aprendió a ver con el corazón

    La Página

    Por ALFREDO SORIA

    Morelia, Michoacán, a 20 de julio.–Milanesa no tiene ojos, pero tiene un alma enorme. Perdió la vista por una enfermedad, pero jamás su luz. Aprende cada día a moverse en un mundo que no puede ver, confiando en el cariño de quienes la rodean, en especial en su humana, Paulina Rodríguez, quien la rescató cuando todo indicaba que el destino ya había decidido por ella.

    Ambas se conocieron en una etapa difícil. Milanesa ya no tenía familia ni un futuro claro, y se encontraba en una situación complicada, donde su paso por un quirófano parecía ser su final.

    Salvarla no fue sencillo, pero Paulina, contra todo pronóstico, hizo hasta lo imposible por que sobreviviera y quedarse con ella. Así comenzó su historia juntas, y Milanesa se convirtió en una compañera incondicional.

    En revisiones posteriores descubrieron que ya había pasado por múltiples cirugías: le faltaba un riñón, un pedazo de intestino, tenía cicatrices en la piel. “Siempre ha tenido muy mala suerte”, cuenta Paulina, con tristeza.

    Ya en su nuevo hogar, la vida de Milanesa dio un giro. Por primera vez tuvo su camita, su peluche, una familia que la quiso de verdad. Hasta que una mañana, todo cambió. “De repente ya no veía. En la noche ya no vio. Se le empezaron a inflamar sus ojitos”. Le detectaron glaucoma, Intentaron mantenerlos, pero en un accidente se lastimó, y optaron por extirparlos.

    La reacción de su familia fue tajante. “Mi papá me decía que ya la durmiera, que ya no iba a poder vivir así. Pero yo pienso que los perros no se rigen por prejuicios como nosotros. No les importa si los van a querer o no, si se ven distintos. Ella se adaptó muy rápido. Al día siguiente de la cirugía ya estaba como sin nada”.

    Ahora, Milanesa no camina sola. La acompaña Blanca, una perrita pequeña que asumió el rol de protectora. “Ella es la que la cuida. Le ladra a la gente. Blanca no es grosera, solo cuida de ella”.

    Paulina no duda cuando dice: “Sé que mi perrita no es la más bonita físicamente, pero de verdad es la más bonita de corazón”. En su hogar hay más lomitos, de todos los tamaños y apariencias, pero Milanesa es la más querida de todas. “Es un amor de perrita”.

    En este Día del Perro, su historia recuerda que el amor más profundo no necesita ojos para ver. Solo un corazón dispuesto a confiar.

    Fotos ACG